Cartas de una pionera

05/09/2015

     Las cartas de Elinore comenzaron a publicarse por entregas mensuales en 1913 en una revista literaria de Boston y fueron recogidas en forma de libro un año después. En España permanecieron inéditas hasta que la editorial Hoja de Lata decidió publicarlas en el año 2013. La misma editorial ha editado más misivas de Elinore y otras mujeres pioneras en Cartas de una cazadora.

¿De qué va?:

     Elinore Pruitt Stewart nació en Arkansas en 1876. Tuvo que hacerse cargo desde muy joven de sus ocho hermanos pequeños, ya que pronto quedaron huérfanos. Tras algún tiempo de duro trabajo se casó con un viudo mucho mayor que ella. Al morir él, Elinore consiguió empleo como enfermera y, posteriormente, como lavandera. Cansada de que su esfuerzo no se viese lo suficientemente recompensado, aceptó una oferta laboral en Wyoming, adonde se marchó con su hija de dos años. 
     Una vez allí, Elinore comenzó a escribir cartas a su antigua patrona de Denver, la señora Coney, para contarle los pormenores de su vida como pionera en unas tierras casi salvajes. La señora Coney vio tanta calidad en las epístolas que decidió ofrecerlas a una revista literaria, la Atlantic Monthly, en 1913.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

     Todos los lectores sabemos bien qué quiso decir Emily Dickinson cuando afirmó que «para viajar lejos no hay mejor nave que un libro». Del mismo modo, todos hemos vivido de forma más intensa unos recorridos que otros, aunque cada uno de ellos tenga algo emocionante que aportar. Cartas de una pionera es un pasaporte a una experiencia apasionante  e intensa en la que ningún acontecimiento, por pequeño que parezca, puede ser pasado por alto.

     Cabe especificar, para que no haya lugar a confusiones, que, pese a ser una obra formada por un conjunto de cartas, no estamos ante una novela epistolar, puesto que no se trata de una ficción  y los protagonistas no son personajes, sino seres reales que tuvieron su lugar en el mundo como nosotros ahora. Las cartas, ordenadas por orden cronológico, son auténticas.


     «Soy consciente de que el éxito de cualquier proyecto depende del temperamento de cada cual».


     Si decidís aventuraros en este viaje, no olvidéis meter ropa de abrigo en la maleta. El clima en Wyoming puede ser muy inclemente y, sin daros cuenta, os encontraréis de repente en medio de una tormenta de nieve sin más compañía que la de Elinore y la pequeña Jerrine. Sin embargo, no hay de qué preocuparse, puesto que Elinore es una excelente anfitriona con un admirable espíritu aventurero y a su lado estaréis seguros. No importa que en vuestro camino aparezca algún coyote hambriento, ni si quiera que os veáis envueltos en una aventura con vaqueros y forajidos o que, mientras dormís, el viento sople tan fuerte que creáis que la casa puede salir volando por los aires. Os aseguro que son experiencias que hacen la vida más interesante y que os darán ganas de leer más y más. 


     «Pequeños y prósperos ranchos salteaban la vista, el grano crujía con gusto mientras maduraba a la luz cálida de la mañana y los campos de alfalfa recién segada se distinguían como manchas brillantes en medio del paisaje pardusco. Los álamos temblones comenzaban a tornarse amarillos; por todas partes se extendían espectaculares mantos de áster morado, menos donde crecían matas de chamisa, ondeando sus dorados plumeros. Y planeando por encima de todo, un cielo azul intenso, con alguna que otra nubecilla liviana y blanca vagando perezosa».


   Por supuesto, también hay tiempo para celebraciones, y aunque hayáis terminado de comer justo antes de empezar la lectura, los platos que van circulando por la mesa de Elinore y sus vecinos os volverán a abrir el apetito. Y es que es necesario alimentarse bien, puesto que no todo van a ser fiestas y excursiones: también hay que trabajar. Así, acompañamos a la protagonista a sembrar los campos, a cuidar la casa y a todas las labores que, en general, le correspondían a una mujer pionera en el Oeste de Estados Unidos.


     Elinore se disculpa en varias ocasiones por su estilo a la hora de escribir, pero lo cierto es que su modo de narrar sencillo, directo, conciso y muy plástico nos introduce de lleno en el ambiente que la rodea, de manera que casi podemos oler al mismo tiempo que ella el olor a pino y cedro, sentimos el viento en la cara y nos deleitamos con los amaneceres y atardeceres. Durante unas horas vivimos en comunión con la naturaleza.


     Por sus cartas desfilan también todo tipo de personas, por lo que tenemos la oportunidad de conocer distintas vidas, de ver qué les llevó hasta allí y observar cómo, en las condiciones más extremas, el ser humano puede sacar lo mejor de sí mismo para ofrecer ayuda a sus congéneres.     

     Elinore Pruitt fue una mujer hecha a sí misma y, a través de sus escritos, nos transmite su tremenda vitalidad y su talante inconformista.  No se dejó amilanar por las adversidades; más bien al contrario, se crecía ante ellas. Mientras leemos su historia, algo de su positivismo se viene con nosotros.

     Mi recomendación es no leer todas las cartas seguidas, sino de forma independiente y espaciada, casi como si fuéramos nosotros mismos quienes las estamos recibiendo. Así es como lo he hecho yo y creo que se disfrutan más.

     Los recuerdos que tengo de la lectura de este libro vienen acompañados de un aroma muy particular, el de libertad, y es que esa es la sensación más auténtica que puede tener un ser humano cuando se observa rodeado por la inmensidad de la naturaleza, fundido con la Madre Tierra como Elinore Pruitt Stewart.

Puntuación: 4 (sobre 5)
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