La formación de una marquesa

11/03/2013

Esta obra de Frances Hodgson Burnett se publicó por primera vez en 1901 dividida en dos partes. La primera llevaba el título por el que hoy la conocemos, y la segunda, Los métodos de Lady Walderhust. En 1902, la propia escritora reunió ambas en una sola obra. En España, Alba Editorial nos la trajo en 2012 a través de su colección Rara Avis a un precio de 19'50 euros.

¿De qué va?: Emily Fox-Seton es una mujer de alta cuna que por designios del destino se ve huérfana y con parientes que no quieren hacerse cargo de su cuidado. Expuesta al mundo en semejante situación, Emily se gana la vida haciendo encargos para mujeres con mejor fortuna que ella. Una de estas damas es Lady Maria Bayne, que, encariñada con ella y consciente de lo provechoso de sus servicios, la invita a una de las reuniones sociales que suele organizar. Es en este lugar donde la protagonista vive una serie de experiencias que cambiarán su vida y que la llevarán a una espiral de conspiraciones urdidas en su contra.

¿Qué opino yo? (Sin destripes): Esta novela en su conjunto no me ha gustado. Tenía las expectativas muy altas y la decepción ha sido bastante grande. Todo lo que sucede en el libro está perfectamente expuesto en el resumen de la contraportada. Haciendo un paréntesis, habría que decir a las editoriales que tengan cuidado con lo que exponen en la cubierta, ya que a veces desvelan todo el misterio de la obra.

       La trama en este caso me ha resultado totalmente carente de interés. En las primeras doscientas páginas la novela es un catálogo de las necesidades casamenteras de las jóvenes y los divertimentos de la buena sociedad, además de una exposición continua de las “fascinadoras” virtudes de la protagonista, la cual me ha parecido insufrible. Se trata de una mujer bondadosa, ingenua, alegre, servicial y con una enorme necesidad de tener a alguien a quien idolatrar.


«La gente no se hace idea. Cree que las chicas somos frívolas porque nos preocupamos y que esas cosas no son serias. Pero cuando una sabe que debe tener cosas, que son como el pan, ¡es horrible!».

        
       La autora, de un modo muy reiterativo, nos recuerda  una y otra vez a lo largo de todo el libro la falta de inteligencia de Emily. Por lo que yo veo, no es una persona estúpida, porque sabe bien cómo ganarse la vida en sus circunstancias, pero sí es un tanto boba. En la primera mitad la vemos adorando a otros personajes como Lady Maria y Lady Agatha, adoración que en la segunda parte se traslada a otro sujeto tan vacuo como ella y de quien también la escritora repite varias veces la inexistencia de cualidades destacables.

       Así, los personajes son tan planos que aburren. Quizás el mejor conseguido sea Hester Osborn (la antagonista de Emily) por su dualidad, ya que a pesar de su avaricia y su odio, consigue encontrar hueco para la compasión. Puede resultar interesante también Lady Maria por su mordacidad, rasgo que, una vez más, Frances Hodgson Burnett se encarga de recordarnos a menudo.


«Soy egoísta, pero no abominablemente egoísta. Las personas abominablemente egoístas siempre tiene un carácter horrible, cosa que nadie podría decir de mí».

       
       Pasada la página doscientos, la intriga comienza por fin a complicarse un poco, claro que esto en una novela de trescientas treinta y ocho páginas no resulta muy alentador. Al llegar a ese punto no podía dejar de leer, esperando con ansias descubrir cómo una protagonista tan corta de vista conseguiría salir del embrollo. Pues bien, la resolución es tan ridícula que no puede dejar de sorprenderme. El único motivo por el que había continuado leyendo el libro se resuelve en dos líneas, aunque, bien mirado, es la conclusión más lógica posible y en concordancia con la simpleza del resto del relato.
       
         El estilo de la autora es sencillo, con un leve tono de burla, ya que ella misma se ríe de sus personajes exponiendo, como he dicho antes, sus faltas. Su manejo de la pluma es bueno y existe un equilibrio entre diálogo y narración, además de unas descripciones muy claras. Como punto negativo, las sucesivas repeticiones de las que ya he hablado.

        Este libro se compara con Rebeca, de Daphne du Maurier, y supongo que es una cuestión puramente de marketing, porque no existe ninguna similitud. La editorial también lo relaciona con Edith Wharton, y, una vez más, no veo el parecido. Tanto Wharton como du Maurier me parecen muy superiores. No obstante, nunca dejo de recomendar un libro por que a mí no me haya gustado. Cada uno tiene que juzgar por sí mismo si merece o no la pena.

Puntuación: 1'5 (sobre 5)
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