Valancy Stirling

13/03/2016

    Valancy Stirling o El Castillo Azul es una novela de Lucy Maud Montgomery publicada por primera vez en 1926. En España permaneció inédita hasta que la editorial dÉpoca se hizo cargo de su traducción y edición en 2015. Actualmente está a la venta por 24'90 euros y tiene un total de 295 páginas que incluyen ilustraciones y un postfacio.


¿De qué va?:

     El Castillo Azul cuenta la historia de Valancy Stirling, una joven "solterona" de veintinueve años que vive en un ambiente asfixiante marcado por el férreo control de su madre, la ausencia de los más tímidos placeres y los constantes desprecios y humillaciones a los que la somete su clan familiar por su condición de mujer soltera. Un buen día decide escapar de su monótona existencia tras recibir una impactante noticia, en busca de su propia identidad. (Sinopsis de la editorial).


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

    Este libro es la prueba fehaciente de que no es necesario escribir mil páginas para obtener una historia repleta de buen contenido. Las casi trescientas páginas de Valancy Stirling son una lección de vida, belleza y amor, y con ella, Lucy Maud Montgomery queda reafirmada como mi escritora preferida.

     Maud (como a ella le gustaba que la llamaran) es muy conocida por estas tierras gracias a su magnífico libro Ana, la de Tejas Verdes y las secuelas. Sin embargo, dÉpoca nos ha traído ahora una obra muy distinta, pero que conserva el toque característico de la autora y que se encuentra en la cima de su producción. Estamos ante una novela más adulta en la que se tratan temas profundos, algunos no siempre exentos de polémica, especialmente para la época en la que se desarrolla la historia. La pluma de Maud les imprime una carga sentimental que se aleja de las notas altisonantes para desarrollarse con una cadenciosa melancolía, pese a la cual cierta felicidad puede tocarse con la punta de los dedos. Incluso la más sutil ironía tiene cabida.

     Valancy, en todas sus fases, es especial. Amamos a la apocada y sumisa joven que se ve sometida al rigor de una familia que no la aprecia y, del mismo modo, amamos a la muchacha independiente en la que se convierte después. No hay que buscar en ella la creatividad de Emily Starr o el ingenio de Anne Shirley. Es otro tipo de mujer, más tangible si cabe, con otras cualidades, aunque soñadora como aquellas. No sólo es alguien que gusta, sino también una persona con la que es muy fácil empatizar. Es creíble, real, humana, y su dolor se convierte en el dolor del lector, como sucede con su alegría. 


    «Si puedes sentarte en silencio con otra persona durante media hora sin sentirte molesto, entonces esa persona y tú podréis ser amigos. En caso contrario, nunca podrá existir tal amistad y no se debe perder el tiempo en intentarlo».


     Ella es la protagonista, pero su psicología no puede comprenderse sin el resto de personajes que aparecen. A pesar de la cantidad de ellos y de que a algunos se les dediquen pocas líneas, todos aportan su grano de arena a la historia, bien sea por su influencia en la muchacha o por la intervención directa en la evolución de los hechos. Ahí está la familia Stirling, tan pintoresca como insufrible. Sin duda, es difícil convivir con gente así, pero no he podido evitar divertirme con lo esperpénticos que son.

     Por otro lado, Barney Snaith es el mejor personaje masculino que hasta ahora conozco de Lucy Maud Montgomery. Los coprotagonistas de otros de sus libros, como Teddy en la historia de Emily Starr y Gilbert en la de Anne Shirley, son prácticamente esbozos sin toda la profundidad que cabría esperar. De este último hasta me atrevería a decir que los que hemos visto la serie de televisión acabamos completándolo con lo que se nos muestra en ella. Sin embargo, Barney no pasa por las páginas como una mera sombra. No existe sólo como realce de la protagonista. En este caso, Maud le confiere entidad. Durante todo el texto lo envuelve el misterio hasta que llegamos a conocer cómo es de verdad y por qué. Tiene un pasado que lo dota de una personalidad creíble, acorde a como ha sido su existencia, y le permite evolucionar. 


     No es únicamente la vida de Valancy la que importa, sino también la de Barney. Algunas de las sorpresas que se nos reservan nos llegan gracias a él.

     Se dice en el postfacio que “la novela resulta un asalto frontal al sistema patriarcal de la época, que oprimía a la mujer psicológica y económicamente”. Para mí esto es limitar el tema, puesto que la obra no gira únicamente en torno a la represión de la mujer; va más allá, hacia la radicalidad de una sociedad que no perdona, que condena cuando hombre o mujer se salte sus normas. Maud logra llegar a la igualdad real equiparando a Valancy, mujer, y a Barney, hombre, al ser ambos unos parias, unos excluidos de la sociedad por no ajustarse a las exigencias que esta les impone, porque la sociedad es hipócrita y severa con todos sus miembros. Muestra de ello no son sólo Valancy y Barney, sino también Cissy y Abel el Aullador. Y yo no puedo más que aplaudir a la autora por lograr esa equiparación auténtica, porque la opresión, como se ve en el texto, se puede dar de muchas maneras. 


    «Es una lástima recoger las flores del campo. Pierden la mitad de su embrujo lejos de la tierra y el titileo. El mejor modo de disfrutarlas es seguirles la pista hasta sus escondites más secretos, regocijarse ante su visión y partir echando atrás una última mirada, llevando en nuestro interior el recuerdo de su seductora gracia y el hechizo de su fragancia».


     En esta ocasión la acción no se sitúa en la Isla del Príncipe Eduardo, sino en Muskoka, una región de Ontario. Concretamente, la familia Stirling reside en Deerwood, una localidad ficticia basada en Bala, lugar que Maud visitó antes de escribir la obra y con el que quedó impresionada. La belleza de la zona no tiene nada que envidiar a la de la Isla del Príncipe Eduardo. Como no podía ser de otro modo, la importancia de la naturaleza está recalcada en el libro, esta vez a través de dos voces, la del narrador omnisciente que nos cuenta la historia y la de un escritor al que Valancy admira: John Foster. A veces esos pasajes envuelven a los personajes y, consiguientemente, al lector en un ambiente casi místico que lleva a un contacto pleno con un mundo primigenio en el que los elementos naturales y los seres humanos son uno. Por poner un pero, precisamente esto es lo que hace que me sobre el uso de pieles de animales en una de las casas. 


     Puede parecer por lo que he dicho que hay descripciones extensas y exhaustivas, pero no es así. La autora va directa al grano y se entretiene poco en aspectos irrelevantes. Las descripciones son breves y nos arrastran suavemente al interior de ese mundo en el que se mueven tantas emociones. Es una novela muy fácil de leer.

     Algunos acontecimientos son previsibles, pero eso no quita intriga al libro. Personalmente, no podía dejar de leer para saber si realmente pasaría lo que yo esperaba o no, y de ser así, cómo sería. No obstante, sí que hay elementos que no nos esperamos.

     Igual que otros libros de Maud, este también tiene efectos benéficos. En medio de tanto caos y negatividad como hay hoy, esta obra es un descanso, un remanso de paz. Claro que hay sufrimiento, como en la vida misma, pero también esperanza. Estamos, por tanto, ante una novela que merece vivir en el hogar (y en el corazón) de todo buen lector.

Puntuación: 5 (sobre 5)
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