El puente de otoño

06/09/2014

     Esta novela de Takashi Matsuoka es la continuación de El honor del samurái. Se trata de la segunda y última obra del autor hasta la fecha. Se publicó en el año 2004 y Ediciones B fue la encargada de traerla a España en una edición con 543 páginas. Hoy por hoy es difícil de encontrar, ya que está descatalogada. 

¿De qué va?:

     Emily Gibson, residente en Japón desde su llegada en 1861, entabla amistad con el heredero del clan Okumichi, Genji, un joven interesado por el mundo occidental y sus costumbres. 
    Emily, intrigada por la historia de los ancestros de Genji, se vuelca en la interpretación de los manuscritos legados a éste a través de generaciones. A medida que se adentre en ellos, los textos cobrarán vida y una profecía oculta durante siglos comenzará a tomar forma.


¿Qué opino yo? (Con destripes de El honor del samurái):

     Ésta es una novela amena e interesante que me ha hecho pasar ratos muy buenos, pero los pequeños defectos que podían percibirse en la obra que la precede están ligeramente potenciados aquí. 

     Como ya sucedía antes, el estilo de Takashi Matsuoka hace que sea difícil aburrirse en ningún momento, ya que su narración es clara y concisa y va cambiando de protagonistas constantemente, pero en esta ocasión dedica excesiva atención a personajes que, para mí, no resultan tan atractivos como los que centraban el relato previamente. Me refiero, por ejemplo, a los dos aspirantes a la mano de Emily y a la abadesa Jintoku.

     Junto a ellos, el autor ha dado vida a otros cuya historia me ha mantenido en vilo, como la dama Shizuka, una enigmática mujer a la que muchos consideran una bruja. Con ella se explica el origen del extraño don del clan Okumichi y hacia dónde lleva dicho poder.


       Los nombres más importantes del clan pasan por las páginas de esta novela, protagonizándola, y se hace un recorrido por lo que supone para ellos su capacidad profética. Esto conlleva que no sólo se cambie de personaje protagonista con frecuencia, sino también que se salte de época en época. Lo que se cubre es un período de tiempo bastante amplio, desde el siglo XIII hasta el XX, por lo que hay que estar muy atento a lo que se lee para no perderse. 


«El coraje y la bondad son inseparables. Si uno aparenta existir sin la otra, cuidaos. Estáis en presencia de la cobardía o la crueldad disfrazadas».

 
Los ya conocidos, como Genji, Emily, Stark y Heiko, también hacen acto de presencia. Gracias a este libro podemos averiguar lo que la vida les tenía preparado y si las profecías de Genji se cumplen o no.

     En la obra anterior, los lectores tenemos la oportunidad de conocer cómo era la relación entre los samuráis y el pueblo con los daimyo en el siglo XIX, así como el comportamiento de los guerreros en la batalla. En esta ocasión hay menos momentos de acción, pero se profundiza más en las escenas domésticas. Se nos explica cómo se concertaban los matrimonios, cómo se vivía tras las puertas del dormitorio y cómo funcionaban la prostitución y el concubinato, además de algunas nociones sobre la concepción japonesa del amor. 


     No todo transcurre en tierras niponas, sino que, siguiendo los pasos de Stark, Heiko y los que viajaron con ellos, nos trasladamos en ocasiones a Norteamérica. Gracias a ello, las diferencias entre los dos modos de vida y pensamiento se hacen aún más flagrantes.

     Al mismo tiempo podemos ir comprobando la occidentalización de Japón y la resistencia que presentan algunos grupos contra la adopción de costumbres extranjeras. Es precisamente la defensa que hace Genji de la necesidad de adaptación lo que le pone en entredicho ante los defensores más férreos de la tradición japonesa, y ésta es la base de algunas circunstancias muy importantes.

  Los elementos sobrenaturales son más abundantes y marcados que en El honor del samurái. El autor no se limita ahora a narrar las visiones proféticas, sino que incluye también aspectos fantasmagóricos

    La conexión entre pasado, presente y futuro tiene mucho que ver con la magia. Quizás en este sentido la obra pierda verosimilitud con respecto a la primera parte, pero a pesar de eso, se crea una atmósfera intrigante que dan ganas de seguir leyendo.

     A todos estos elementos se suma la evolución de la historia de amor que ya empezó a fraguarse en el anterior libro, la de Emily y Genji.

     Los personajes siguen sin tener un trasfondo psicológico profundo, por lo que cabe decir que la novela engancha por la trama en sí misma, no por unos protagonistas redondos y complejos. Es más, el autor confiere los mismos rasgos a todas las mujeres japonesas: son sabias, decididas, hábiles en el arte del disimulo, con una gran fuerza de voluntad y firmeza ante las adversidades. 

      
     Emily, la única mujer occidental, es todo lo contrario a ellas. No se puede decir que sea débil, pues las duras pruebas que la vida le puso en el pasado no han podido hundirla, pero es indecisa, dada a los mareos y desmayos, fácilmente impresionable, incapaz de disimular sus sentimientos y muy sincera.

     Esta vez la editorial no ha incluido un glosario de personajes, por lo que, si no estamos familiarizados con los nombres japoneses, es recomendable ir haciéndolo nosotros mismos. 

     La conclusión es que aunque esta novela no está mal y sirve para distraerse y aprender algunas cositas más de Japón, no alcanza el nivel de El honor del samurái, de la que es a la vez secuela y precuela. Es necesaria para saber de dónde viene todo lo que se nos había contado previamente y cómo concluye la historia de Genji Okumichi.
  
Puntuación: 3 (sobre 5)
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