Historia de una escalera

12/01/2014

     Historia de una escalera se estrenó en el Teatro Español de Madrid el 14 de octubre de 1949, aunque Buero Vallejo la escribió entre 1947 y 1948. El autor recibió por ella el Premio Lope de Vega el mismo año de su estreno. Su labor como dramaturgo fue premiada también en 1986 con el Cervantes y en 1996 con el Nacional de las Letras, siendo la primera vez que este premio se le concedía a un autor exclusivamente dramático.
     El éxito de Historia de una escalera tras su estreno fue tal que, por primera vez, los directores del teatro decidieron suprimir nada menos que las tradicionales representaciones de la mítica Don Juan Tenorio para no perjudicar a la obra de Buero Vallejo.
     En España podemos encontrarla publicada por la editorial Austral a un precio de 8'95 euros.

¿De qué va?:

    En una comunidad de vecinos varias familias tienen que afrontar diversos problemas. Algunos parecen acomodarse a ese ambiente ordinario y tratan de salir adelante según sus medios, pero otros se muestran inconformistas, soñadores, luchadores o enamorados. Cada uno hará lo que esté en su mano para conseguir sus propósitos, sin saber cómo los tratará la vida a todos y sin que ninguno sea capaz de prever cómo les afectarán sus propias decisiones.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):

     Historia de una escalera es la obra de teatro que más veces he releído, aunque no soy una lectora habitual de este género. A pesar de ser muy breve, todas las veces que vuelvo a ella descubro algo nuevo y termino empatizando más o menos con según qué personaje.

     Lo que Buero Vallejo nos ofrece es una historia de sentimientos, de frustración, de ilusiones y desengaños y de las secuelas de la vida. Uno de los aspectos que más me impresionan es la absoluta conexión con la realidad actual. No importa el tiempo que haya transcurrido desde que se escribió y representó este drama; tampoco importa el avance tecnológico o la adopción de nuevas costumbres, porque en lo básico, en el modo intrínseco de sentir del ser humano, parece que estamos condenados a repetir los mismos errores o a albergar las mismas esperanzas. Después de leer este libro es imposible no reflexionar sobre ello. 



«¡Es que le tengo miedo al tiempo! Es lo que más me hace sufrir. Ver cómo pasan los días, y los años, sin que nada cambie... Ayer mismo éramos tú y yo dos críos que veníamos a fumar aquí, a escondidas, los primeros pitillos... ¡Y hace ya diez años! Hemos crecido sin darnos cuenta, subiendo y bajando la escalera...».


    El planteamiento sigue la estructura habitual de introducción, nudo y desenlace. De los tres actos en que se divide la obra, el primero supone la presentación de los personajes (ancianos y jóvenes) y de sus conflictos. El grupo de jóvenes, que representan el futuro y el anhelo de algo mejor, está compuesto por Fernando y Urbano, Carmina y Elvira, Trini y Rosa. Cada par es opuesto en pensamientos y actitudes, aunque la vida no hace distinciones y puede ser cruel o benévola con cualquiera. Al principio vemos los sueños de cada uno, sus amores y sus ambiciones, y en los siguientes actos sabremos quién consigue lo que se había propuesto y quién no, y si todo resulta ser como se esperaba.


     En el segundo acto han transcurrido diez años, y en el tercero, otros veinte. De este modo, tras los protagonistas que ya conocemos viene otra generación, una tercera, y esto plantea más conflictos, porque reabre viejas heridas. Además, aunque no se menciona, el fantasma de la Guerra Civil Española está presente, como también lo están la subida de precios, las dificultades económicas y las escasas ayudas tras la jubilación.

     Toda la acción transcurre con la escalera como testigo mudo, la única que no cambia aunque envejezca, la que siempre es constante. Por lo demás, el protagonismo es coral, de manera que cada personaje tiene su importancia y su función, y al final terminamos pensando de cada uno de ellos qué habría sido de sus vidas si hubiesen elegido otra opción.

     El lenguaje que emplea Buero Vallejo es muy sencillo y muy cercano a nuestros días. No encontramos palabras rimbombantes ni arcaísmos. Sin embargo, al mismo tiempo nos traslada a una época ya perdida: nos recuerda las pesetas, el tener que ir a comprar la leche con una lechera, la llegada del cobrador de la luz a casa, etcétera.

     Es una obra existencialista que invita a pensar sobre nosotros mismos, a darnos cuenta de que nuestra generación no dista tanto de la de nuestros padres o la de nuestros abuelos.

     Es un drama muy corto y os aseguro que nada pesado. Mi edición, si no contamos el prólogo, no llega a las setenta páginas, pero están muy bien aprovechadas. Se lee en un rato, y merece mucho la pena. Lo recomiendo incluso para aquellas personas que no suelen leer teatro.


Puntuación: 5 (sobre 5)
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