La inquilina de Wildfell Hall

04/09/2013

     La inquilina de Wildfell Hall es la segunda y última novela de la más pequeña de las hermanas Brontë, Anne. Se publicó por primera vez en 1848 bajo el seudónimo de Acton Bell, un año antes de que la joven muriese de tuberculosis con tan solo veintinueve años. 
     En España, Alba editorial la tradujo y publicó en 1997 en una edición que cuesta 26'50 euros. Desde 2010 también está disponible en bolsillo por 9'95 euros. Ambas constan de unas 570 páginas.
     La BBC realizó una miniserie sobre ella en 1996.

¿De qué va?:

     Tras muchos años de abandono, la destartalada y ruinosa mansión de Wildfell Hall es habitada de nuevo por una misteriosa mujer, Helen Graham, y su hijo de corta edad. La nueva inquilina, con su carácter retraído y poco sociable, sus opiniones a menudo radicales y su extraña, triste belleza, no tarda en atraer las sospechas de la vecindad, así como la rendida admiración de un joven e impetuoso campesino. Pero la mujer tiene, en efecto, un pasado más terrible y tortuoso, si cabe, de lo que la peor de las murmuraciones es capaz de adivinar.


¿Qué opino yo? (Sin destripes):    

     Éste está siendo para mí el año de las relecturas. Hace mucho que disfruté de esta novela por primera vez, pero una vez más me ha llamado poderosamente desde la estantería y, pese a la larga lista de libros pendientes, no me he podido resistir. 
  
    La inquilina de Wildfell Hall tiene una calidad excelente, una historia muy interesante y un ritmo ágil. Sin embargo, a mi parecer posee un defecto importante que impide que le dé la máxima puntuación. La obra se divide en dos partes bien diferenciadas, la que tiene como narrador a Gilbert Markham (el principio y el final del libro) y la que narra la propia Helen a través de su diario, la parte central de la novela. La historia de Markham con la misteriosa inquilina la conocemos a través de cartas que él escribe a un amigo, y el fallo que observo aquí y en el diario de la protagonista es que los dos personajes son capaces de reproducir posteriormente palabra por palabra todos los diálogos de los que son testigos en su día a día. Tal vez me equivoque, pero creo que muy pocos tienen una memoria tan prodigiosa para recordar y ser capaces de trasladar luego al papel todas las palabras que multitud de personas pronuncian.



«Preferiría su amistad antes que el amor de cualquier otra mujer».


     Si obviamos este hecho, estamos ante un texto casi magistral y que trata un tema de gran actualidad hoy por hoy. 

     Es imposible desentrañar todo lo que supone esta obra y su relación con la vida de los Brontë sin exponer ningún spoiler. Por eso, para no desvelar nada indebido, esta reseña va a ser un tanto superficial. Me gustaría compensar el análisis tan poco exhaustivo que voy a hacer afirmando que Anne Brontë no merece quedar relegada al olvido, y si La inquilina de Wildfell Hall no llega al nivel de Jane Eyre (mi libro preferido), es únicamente por el error que he comentado al principio, aunque éste no impide que su historia pueda emocionarnos. 

     De hecho, he sentido muchas cosas con esta lectura, especialmente rabia e indignación por lo que tiene que sufrir la protagonista. No niego que la prosa directa, clara, contundente y elegante de Anne me ha hecho vivir intensamente cada página, como si todo aquello por lo que tienen que pasar Gilbert y Helen les estuviera ocurriendo a viejos amigos míos.


     Helen Graham es una mujer muy valiente para su época. A veces resulta muy estricta en sus juicios e ideas, pero su corazón es de una nobleza singular. Es profundamente religiosa, y sus creencias la empujan a actuar de cierta manera que muchos no comprenderían. He visto opiniones de personas a las que les disgustan las citas y alusiones religiosas y morales que se hacen con frecuencia, pero no se puede leer este libro extrayéndolo de su contexto: Anne era creyente y, como ella misma afirmó en el prefacio de la segunda edición, con sus escritos no sólo trataba de deleitar o entretener, sino también de enseñar. Es lógico, por tanto, que traslade a su relato los pecados que consideraba se debían evitar (que ella conocía de primera mano) y señale el camino de la rectitud.

     A los creyentes no les molestará, y los que no crean, si pueden ponerse en la piel de un hobbit de La Comarca, de un vampiro que brilla con el sol, de un poderoso mago con una cicatriz en la frente o de un señor de Invernalia, no deben tener dificultad en entender a una piadosa mujer del siglo XIX.



«Deja que tus ojos sean ciegos a todos los atractivos externos, tus oídos sordos a la fascinación del halago y la conversación frívola. Estos no son nada, peor que nada: trampas y ardides del tentador para inducir a una atolondrada a que se precipite a su propia destrucción».

     
     Anne se aleja de la pasión y los sentimientos exacerbados que reflejan los escritos de sus hermanas y crea una historia cruda y de corte realista. Contrapone todo lo malo que puede haber en el ser humano a todo lo bueno que puede darse en él, siendo tan explícita en un extremo como en el otro. El amor está presente, pero la bondad y la generosidad están por encima de todo.

     Cuando la novela se publicó por primera vez, cosechó un éxito inmediato, a pesar de que inspiró algunas reacciones en contra. Una de ellas fue la de la propia Charlotte, hermana de Anne y autora de Jane Eyre. Por más que me pese, porque Charlotte me encanta, cometió una gran injusticia con Anne y es en gran parte responsable de que la menor sea tan desconocida. Cuando Anne murió, Charlotte no permitió que se reeditara esta obra mientras ella vivió y llegó a quemar algunos documentos inéditos de Anne. Además Charlotte la describió como una persona dócil y con virtudes no llamativas.

     Sin embargo, el hecho de escribir una obra como ésta y defender férreamente sus intenciones a la hora de hacerlo demuestra una personalidad mucho más fuerte y firme de lo que se nos ha hecho creer. Pese a que Charlotte siempre cuidó de la salud de Anne, parecía menospreciar su talento. Y aun así, siempre he pensado que Charlotte se basó en la primera novela de Anne, Agnes Grey, para crear su famosa Jane Eyre.

     Anne está enterrada en Scarborough, lejos del resto de su familia. Ella amaba ese lugar, y en él murió. Con esta entrada me gustaría poner un pequeño granito de arena para que recupere en la literatura el lugar que le corresponde. 


Puntuación: 4'5 (sobre 5)
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